Con sus cien años recién cumplidos, La Floresta mantiene una elegancia clásica, casi atemporal, que la distingue entre la larga franja de balnearios de la Costa de Oro. Es uno de los balnearios más concurridos de la temporada estival, con una creciente población estable y una amplia variedad de servicios y opciones de ocio, que combinan naturaleza y ciudad, descanso y diversión. La Floresta ha sido sede de vacaciones de generaciones enteras. Los antiguos caserones, los eternos hoteles y la coqueta rambla revelan ese aire tradicional único del balneario.
Qué ver y qué hacer en La Floresta
Desde las rocas que marcan el límite con Las Vegas hasta el Arroyo Sarandí donde empieza Costa Azul, la extensa playa de La Floresta está siempre animada en verano. Tiene numerosas bajadas de madera a lo largo de la rambla (la principal es la del ex hotel La Floresta) y varios puestos de salvavidas. En verano nunca faltan vendedores ambulantes o algún parador con bebidas. El oleaje es variado aunque no son frecuentes las olas peligrosas. La zona más segura para los niños es el Arroyo, que al desembocar en el mar forma una gran piscina natural. Durante los días de sol el mar tiene su mejor color. La pesca es buena durante todo el año.
La Rambla que rodea la playa es quizás tan atractiva como la playa misma. Ya sea en bici o caminando, es un paseo que hay que recorrer de principio a fin, tomándose el tiempo para sentarse en alguno de los bancos o las típicas glorietas panorámicas que se encuentran a lo largo del recorrido. El Paseo de las Esculturas embellece el trayecto. El atardecer en la punta oeste de la Rambla es uno de los mejores espectáculos que se pueden ver en el balneario. Cuando cae el sol se empiezan a ver los adeptos al footing. De noche, la costanera está iluminada por faroles; la plazoleta frente al hotel es el lugar elegido por algunos jóvenes para reunirse.
Este antiguo hotel con forma de transatlántico (inaugurado en 1914) es uno de los emblemas de La Floresta. Hacia él conduce la calle principal, Avenida Treinta y Tres. Hace algunos años funcionaba un casino; hoy se mantiene el cine (con programación de estreno en verano) y un nuevo restaurante y bar, Terrazas del Mar.
De un extremo a otro de la Rambla se extiende el Paseo de las Esculturas, con obras de escultores nacionales y extranjeros. Cada dos años se realiza el Encuentro Bienal Internacional de Escultores, donde los artistas esculpen sus obras a la vista del público.
Pero las calles internas del balneario también son un lindo escenario de paseos. Recorriendo las diagonales (a veces laberínticas) y sus rotondas-plazas se ven las hermosas casas del cuarenta y cincuenta con sus amplios jardines. Los pinos y eucaliptus se hacen más espesos hacia el oeste, en la zona de Las Vegas, donde están las casonas más elegantes sobre los acantilados, lujos en peligro de extinción por la acción erosiva del mar. Hacia el este, camino a Costa Azul, la forestación es más agreste y el Puente Viejo sobre el arroyo se convierte en el principal atractivo. La icónica Iglesia de la Virgen de las Flores, sobre la calle Argentina, es otro monumento que hay que visitar.
Aunque con los años ha disminuido la movida nocturna, La Floresta mantiene un activo centro con varios restaurantes y comercios sobre la Avenida Treinta y Tres. Si falta una buena lectura de verano, se pueden comprar libros a muy buen precio. También hay un local de maquinitas y una plaza con juegos infantiles para que se entretengan los más chicos; además de algunos artesanos que venden sus creaciones en la vereda.
Uno de los principales atractivos fuera de temporada son las estancias turísticas sobre la Interbalnearia, a pocos minutos del balneario. La Aripuca (kilómetro 55,500), Puerto Aromas (kilómetro 58,500) y Pueblo Chico (kilómetro 55,500) son algunos de los lugares donde las actividades rurales y la gastronomía de campo ofrecen una alternativa al turismo de sol y playa.