Las Playas Mansa y Brava de José Ignacio son regidas por el emblemático faro, presente en cualquier postal del destino. El Faro de José Ignacio fue construido en 1877, sobre el extremo más rocoso y saliente de la península. Como es usual, debe su origen a la multitud de naufragios que ocurrieron en estas costas. Para su construcción se usó una mezcla de tierra volcánica traída de Roma, más dura que el cemento, y por eso se conserva en perfectas condiciones hasta hoy. En 1970 fue declarado Patrimonio Histórico Nacional.
La visita al faro de José Ignacio
Un paseo por José Ignacio incluye la subida al faro de forma obligatoria. Es, por cierto, el lugar más visitado por los turistas de paso. La torre alcanza los 45 metros de altura, y la estrecha escalera de caracol tiene 150 escalones pequeños. Para los que no están acostumbrados al ejercicio, la subida es cansadora, pero vale la pena cuando se llega a lo alto, junto a la luminaria. Desde allí se tiene un panorama de 360º de José Ignacio, sus casas blancas y su espectacular océano. Al ser un balneario sin edificios altos, se ve en toda su extensión hasta que las residencias se pierden en los bosques.
Para visitar el interior del Faro de José Ignacio se debe pagar una entrada de bajo costo (aproximadamente un dólar). No hay recorridos guiados. El horario de visita en verano es de 12 a 20, todos los días (¡imperdible la vista al atardecer!). En temporada baja, abre sábados y domingos de 17 a 20. En la base del faro hay miradores con bajada a la playa. En frente, un Rincón Artesanal con souvenires, artesanías, dibujos y pinturas para llevarse un lindo recuerdo de José Ignacio.